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MEMORIAS DE UN LUTHIER de CARLOS NUÑEZ
Léanlo y, por arte de conversión infusa, «se harán luthieranos (sin protestar)» —como sentenciara Màrius Serra— y podrán entonar, a modo de mantra, el palíndromo con el que Xavier Theros saludaba la publicación de la anterior obra de Carlos Núñez con el noble fin de «asirnos a la sonrisa»; toda vez que, en palabras del propio autor, conviene que «no olvidemos que nos toca vivir en un mundo imposible de ser tomado absolutamente en serio sin recurrir al juego, al humor o a la locura (bueno... y, tal vez, a otras cosas)».
A comienzos de los años 70 empecé a tener la firme sensación de que Les Luthiers era un grupo sumamente peculiar, por no decir único en su género. Fue así como comencé a llevar una especie de diario de ruta, donde anotaba y consignaba absolutamente todo: la génesis de las obras, la creación de los instrumentos informales, los programas de los espectáculos, pero además llevaba un registro de adónde íbamos, qué tocábamos y hasta cuánta gente nos veía noche tras noche. Estos registros fueron creciendo hasta convertirse en un alud de información: 7500 presentaciones en casi 150 ciudades del mundo. Las anécdotas y recuerdos personales de este recorrido de cincuenta años alimentaron una historia que ya es leyenda. Una esencia de esa crónica es la que ahora, hacia el final de mi carrera, volqué en este libro.